Francisco Elías estudió en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, en el taller del Max Cetto, de donde se tituló a los 22 años. En 2003 gana el concurso para la elaboración del Centro Académico Cultural de la UNAM en Juriquilla, Querétaro, con lo que comienza la práctica profesional independiente que continúa hasta el día de hoy. Recientemente terminó en Cuernavaca el Hotel Flor de Mayo que fue incluido en la prestigiosa lista de Design Hotels.
Alejandro Fernández (AF). El inicio de tu carrera profesional fue espectacular, partiendo de la realización del Centro Académico Cultural de la UNAM en Juriquilla, Querétaro, una ópera prima de dimensiones importantes muy difundida y premiada. Platícanos un poco de cómo sucedió.
Francisco Elías (FE). Te confieso que hoy en día volteo hacia atrás y no lo puedo creer. Afortunadamente escogí pertenecer al taller Max Cetto en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, uno de los talleres más destacados en la formación académica, donde además impartía clases el Arq. Ricardo Camacho, director proyectos de la Dirección General de Obras de la UNAM en aquel momento. En los últimos semestres de la carrera muchos de mis compañeros deciden irse a otras universidades, a la escuela de París, a Nueva York, pero debido a mis particulares circunstancias personales y familiares, decidí quedarme en México dispuesto a ser un estudiante destacado, una persona destacada en general, es un tema importante de satisfacción personal.
Yo disfrutaba muchísimo de mis clases, me resultaban realmente motivadoras, viajaba desde las 4:45 de la mañana viniendo de Acolman, Estado de México, para llegar a la clase de las 7 de la mañana en la Ciudad Universitaria, UNAM.
El Arq. Camacho se fijó en mi desempeño y me ofreció pertenecer a un programa piloto para los alumnos más destacados de la generación que consistía en invitarlos a desarrollar un proyecto de tesis que fuera tan bueno como para poderlo presentar al Consejo Universitario y a la Rectoría, para posteriormente ser construido. La invitación se extendió a cuatro alumnos, Sofía Benítez, Vicky Merino, Agustín Rangel, y yo, quienes desarrollamos el proyecto en equipo.
Nosotros ganamos el concurso interno y desarrollamos el proyecto que debía albergar un teatro de 385 personas y una biblioteca central para 45 mil volúmenes. El reto consistió en unificar estos dos edificios con funciones completamente diferentes en una sola unidad. Buscamos muchas asesorías con arquitectos y especialistas y no hacíamos más que pensar en el proyecto 24 horas al día, y a base de trabajo fuimos avanzando y antes de darnos cuenta, llegó el día de la inauguración un par de años después.
Es muy importante mencionar que justo durante el tiempo en el que el Arq. Felipe Leal coordinó la ejecución del edificio desde la Coordinación de Proyectos Especiales (2005-2006), tuvimos la oportunidad de conocer y trabajar con un gran maestro, el Arq. Axel Arañó, quien con su trabajo, experiencia y amplio bagaje cultural nos enseñó e instruyó en la manera más adecuada de desarrollar y representar un proyecto como éste para ser sometido a una licitación pública. Fue un tiempo muy interesante, de muchos retos y grandes aprendizajes. Hicimos un gran trabajo en equipo. Todos aprendimos de todos. Sin duda alguna se trata de uno de mis grandes maestros, lo admiro.
AF. Desde entonces tu arquitectura ha empezado a encontrar su propia voz, una voz que parece evolucionar alejándose de algunas de las corrientes contemporáneas convencionales. ¿Tienes una manera particular de abordar todos tus proyectos o cada uno de ellos sigue un proceso específico?
FE. Me gusta mucho tu pregunta, porque yo intento seguir un hilo conductor y a la vez hacer las cosas lo más amable posible respecto al contexto. Si hablamos de un edificio como el de Juriquilla, en un contexto semidesértico, en una pequeña pendiente de montaña y demás, se pueden apreciar ciertas características que tratan de ser congruentes con una aridez del terreno, con un tipo de luz solar, un tipo de vegetación, de orientación, de función, de escala… Pero si hablamos del hotel de Cuernavaca (Hotel Flor de Mayo), el contexto es completamente opuesto; mientras que el bajío empieza a ser semidesértico, Cuernavaca es la puerta hacia la selva, hacia Guerrero, hacia la exuberancia, y finalmente el edificio resulta casi opuesto al de Juriquilla. Contestando a tu pregunta, se trata de reaccionar ante la lectura del contexto, por lo que cada objeto arquitectónico tiene un propio carácter, una propia personalidad, y una propia vestimenta, pero al final la esencia es la misma. Se trata de voltear, observar, ver el contexto y reaccionar. La educación que tuve a través de la academia ha sido totalmente decimonónica en el sentido en que el método científico que adopto es el proceso con el que paso a paso vas llegando, vas avanzando, vas desarrollando (tu proyecto) hasta llegar a una conclusión, pero me he permitido armar mi propia manera de interpretación de esta metodología científica. Lo que sí sigo al pie de la letra es la lectura de contexto, los estados del arte que hay hasta hoy día en el campo del conocimiento, todo ello con la posibilidad de trabajar con otras disciplinas y de traer conocimiento de las humanidades y de la ciencias a mi labor. Es un ir y venir, se trata de ir tejiendo cosas de otras disciplinas. De forma particular yo reviso muchísimo la historia, la industria de la moda, la música, el cine, y trato de viajar mucho para observar, para ver usos y costumbres, técnicas, cosas que la cultura ha olvidado, porque de pronto de ahí podemos retomar y reactivar algunos temas. No sé si académicamente es correcto o no, pero yo trato de alimentarme de esta riqueza compleja de sumar diferentes cosas para al final obtener un cúmulo de conocimiento rico y aplicarlo y procesarlo en lo que toca construir. Por otro lado, siempre pienso que la gente me paga para soñar. El diseño tiene que funcionar, pero más allá de de la función, mi máximo es pensar en cómo crear un mundo fabuloso. El proceso de atreverme a soñar forma parte de esta metodología, es un proceso que trato de incorporar en mis procesos educativos con los alumnos.
AF.Háblanos más sobre la influencia del mundo de la moda en tu manera de acercarte al diseño.
FE. Es algo que ha tocado mi corazón desde niño. Para mí, va más allá de un acto caprichoso o de conceptos de lujo o de piezas costosas. Lo que me gusta va más sobre esta ingeniería de construir objetos sofisticados a través del armado de hilos para unir una parte con otra, del desarrollo intelectual que logra que el patronaje haga que algo se pare o se junte o desdoble, me parece fabuloso. Al final, la moda es una piel que los hombres escogen tener como a su vez la arquitectura es una piel en otra escala mayor que los hombres escogen tener para manifestarse, o para vivir. Aquí habrá muchos temas teóricos en los que se dirá que la arquitectura es habitable y la moda no; para mí es simplemente este abrigo al cuerpo, así como la arquitectura es también un abrigo al cuerpo, así como una ciudad es también un abrigo al cuerpo.
AF. Tus proyectos están plagados de referencias históricas muy sutiles. ¿Cómo logras incorporar esas lecciones pasadas a un contexto contemporáneo? ¿Te influyen del mismo modo las referencias arquitectónicas actuales?
FE. Considero que la arquitectura siempre es contemporánea. Gaby Díaz, con la que trabajo mucho, me comenta que aunque tratemos de escapar a nuestro tiempo, siempre hay algo que acusa nuestra temporalidad. Al final es inevitable, entonces podría ser un poco pretencioso que yo te respondiera que trato de escaparme de las tendencias populares y prefiera mirar al pasado. Hay que estar enterado de lo que sucede en el presente, pero no disfruto de ver lo que hacen otros como resultado particular, más bien trato de hacer un mapeo, ver todo como una radiografía de esta pulsión de la construcción. Ahora bien, sí, definitivamente mi trabajo está plagado de referencias históricas, pero trato de hacerlo con mucho cuidado para evitar que se vuelvan pastiches historicistas muy criticables. En el tiempo en el que me tocó estudiar, el tema de la postmodernidad era sumamente criticado precisamente por toda esta falta de soportes teóricos, dando espacio a formas caprichosas que no respondían estrictamente a la función. La escuela de pensamiento en la que fui educado es completamente funcionalista, ¿para bien o para mal?, no lo sé. Soy un amante de la historia, me encanta revisar lo que dijeron los arquitectos del Periodo Romano como Vitrubio, lo que dijo la gente del Renacimiento, lo que dijeron los tratadistas del Barroco, lo que dijeron los teóricos de los años 50s del siglo XX, sobre todo trato de entender el pensamiento del pasado porque considero que la arquitectura es un manifiesto de un mundo contemporáneo, por lo que me siento muy comprometido a decir algo y que las generaciones del futuro, si es que el edificio se conserva, puedan leer directa o indirectamente nuestras preocupaciones. Recurro a la historia sobre todo para darle cuerpo (a mi trabajo), pero el único objetivo es simplemente hacer esta transferencia de conocimientos de un periodo histórico a nuestro mundo contemporáneo, sobre todo porque hay una carencia de muchísimos valores en muchos sentidos hoy en día, desde mi punto de vista, éticos, culturales… Trato de diluir el resultado estético o formal lo más que se pueda para poderlo llevar de una manera fácil, a un mundo contemporáneo.
AF.Muchos arquitectos no tienen la costumbre (o la capacidad) de hacer arquitectura y también diseño de interiores con la profundidad y el grado de detalle con que tú lo haces y más bien contratan a un especialista. ¿A qué crees que se deba? ¿Crees que no se da suficiente importancia o reconocimiento a esta especialización?
FE. Para mí no hay manera de hacerlo de otro modo. A lo que voy es que cuando de verdad entras en el mundo de quien va a habitar, y quien va a operar la arquitectura, y quien va a darle mantenimiento, ahí está el verdadero compromiso y la verdadera realización de una obra adecuada. No quiero ser arrogante ni quiero decir que lo que yo hago es adecuado o es correcto, no lo sé. Simplemente trato de poner atención a lo que las personas me están pidiendo para que funcione.
AF. Charles Eames dijo alguna vez que el rol del diseñador es esencialmente ser un buen anfitrión, anticipando las necesidades de su huésped.
FE. ¡Correcto! Justo ahora que acabo de terminar el proyecto del hotel (Flor de Mayo) con clientes tan estrictos en el ámbito de la operación, pues yo soy arquitecto pero no soy un operador de hotelero, entonces lo importante es escuchar y entender, “no puedes tener esto porque entonces la señora que hace la cama se le atora la aspiradora, entonces hay que quitarle las patas de las esquinas de la cama…” Es sólo un ejemplo, pero así hay muchos casos.
AF.¿Dentro de tu quehacer docente existe alguna cuestión en la que hagas un énfasis particular? ¿Tratas de transmitir algún mensaje que hayas recibido o te gustaría haber recibido de tus propios maestros?
FE. Cuando he dado clases, he trato de hacerles ver a mis alumnos que la arquitectura no es un acto sagrado o de élite. Creo que justo este tema de la sacralización del concepto del arquitecto ha provocado que no haya tantos arquitectos y que seamos una sociedad que no demanda nuestra profesión para avanzar en sus vidas, de ahí el porqué la auto-construcción es uno de los índices más altos en el desarrollo de lo arquitectónico. Yo tenía compañeros que eran la segunda o tercera generación de arquitectos, es decir desde el siglo XIX sus familiares son arquitectos, y está muy bien, pero en mi caso, entrar a un gremio intelectual como éste me provocaba un desafío. Y de pronto darme cuenta que así como te lo conté, siendo un alumno, recibo una invitación a un concurso, lo paso, y de pronto ya entro en las grandes ligas, así de sencillo puede ser. Obviamente requiere trabajo diario y constancia y demás, pero es lo que yo quiero transmitir a mis alumnos, darles una palmada en la espalda y decirles: “oye, no te agobies ni te preocupes.” Claro que no es fácil, hay que trabajar mucho, pero es posible, y creo que soy una muestra de eso, querer es poder. ¿Lo quieres?, piénsalo, deséalo, sueña con eso, trabaja y lo vas a tener tarde o temprano. Me ha encantado ser un maestro que estimula a sus alumnos a soñar, así como lo hicieron mis maestros conmigo.
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