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Lecciones sobre el quehacer arquitectónico

Texto: Alex Fernández del Castillo

El mismo día en que cumpliría 94 años, falleció uno de los máximos representantes de la Arq. en México, Pedro Ramírez Vázquez. En el marco de los recuentos sobre su extenso legado arquitectónico que están siendo realizados por distintos medios, resulta prudente realizar una revisión de sus aportaciones alrededor de temas que no giran en torno a sus edificios construidos.

Don Pedro siempre tuvo un pie en la arquitectura y otro en la vida pública y política del país, una virtud que lo llevó a convertirse en uno de los personajes más influyentes en la estructura arquitectónica y social de la ciudad.


Resulta especialmente importante poner atención a este tipo de talentos en el quehacer arquitectónico, especialmente hoy en día cuando parece ser que los arquitectos han sido puestos de lado al momento de tomar decisiones sobre el diseño de nuestra ciudad, y son los políticos y desarrolladores inmobiliarios quienes le dan forma a nuestra desordenada urbe, con un evidente enfoque en el beneficio económico particular dejando de lado el potencial bienestar social que la buena arquitectura y el buen diseño urbano tienen el poder de provocar.

Pedro Ramírez Vázquez supo moverse hábilmente en ambos círculos, colaborando con talentosos colegas en obras importantes y “llevándola bien” con figuras clave de la política que le darían la oportunidad de generar algunos de los espacios más emblemáticos de la ciudad. Contar con un currículum que incluya el tercer estadio de futbol más grande del mundo, el segundo recinto religioso más visitado del planeta y la sede más importante a nivel nacional en materia de antropología, habla sin duda de un enorme talento arquitectónico que lo colocó en la élite de profesionales incluso fuera del país. Pero insisto, es imprescindible hablar del excelente papel que desempeñó como portavoz de necesidades culturales que lo llevaron por ejemplo a ser presidente del comité organizador de los Juegos Olímpicos del 68, donde comprendió la oportunidad que significaba para posibles mejoras en materia urbana, convirtiéndose además en uno de los arquitectos que más legados ha dejado en el ámbito deportivo, entre los que figuran el mencionado Estadio Azteca y el estadio Cuauhtémoc en Puebla.


En el lado cultural la aportación no se queda atrás, materializándose en obras tan relevantes como el Museo Nacional de Antropología o el Museo de Arte Moderno, pero sobretodo en ideales que le llevaron a formar la Universidad Autónoma Metropolitana en la cual fungió como primer rector. Asimismo llegó a ser Secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, donde se preocupó por ofrecer “espacios para la gente” dignos y acorde a su visión de la modernidad de la arquitectura mexicana.


Por último, una de sus aportaciones más valiosas y quizá una de las menos glamurosas y difundidas es el proyecto de aulas rurales.


El visionario arquitecto diseñó un sistema de aulas educativas con sistemas de construcción prefabricados que reducían significativamente su costo de construcción y las volvían ideales para ser erigidas en zonas rurales de difícil acceso. Quizá no lo suficientemente impresionante para ser difundido en todas las revistas de moda, pero el modelo fue todo un éxito, replicándose a lo largo de toda Latinoamérica así como en Filipinas, Tailandia, Yugoslavia e Italia con más de 35 mil unidades.


El estereotipo de arquitecto exitoso hoy en día se encuentra generalmente alejado de las labores de gestión necesarias para la realización de un proyecto que de manera natural corresponderían a otros ámbitos profesionales, pero si algo nos enseñó Ramírez Vázquez, es a pelear por la materialización de las ideas que consideramos justas y correctas, no por el beneficio de una minoría particular o de la fama y el reconocimiento personal, sino precisamente porque bajo nuestros parámetros de especialización profesional, sabemos que son más valiosas y que aportan más que aquellas concebidas por desarrolladores inmobiliarios, abogados o políticos que supeditan la calidad espacial de una idea arquitectónica a costos e ingresos por metro cuadrado de construcción.

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